
Donde yo estaba con mis padres, pues a lo mejor un puñaduco de alubias,
porque había que mirar para mañana.
Un puñado de alubias, mucha berza...
Y yo, con todo el hambre que había, sí ponía a lo mejor un cuadro de habas,
o estilo judía,
yo, en cuanto abría la puerta de casa y olía a habas, me daba media vuelta.
Había una señora que hacía aquí en Revilla morcillas,
la mondonguera que llamaban.
Traía cabezas de vacas.
Lo que es la carrillera de la vaca,
tenía, había, salían dos o tres kilos de carne muy buena.
Y nosotros, como íbamos a buscar esas morcillas ahí, y eso, pues carne.
Y yo creo que era la carne, la única carne que se comía.
Ay de eso, hay muchas cosas.
Otras veces solían dar de racionamiento casi lo que más daban,
eran arroz.
Pues, por ejemplo, para desayunar, yo muchas veces lo comía, arroz.
Arroz con leche, pero con sal,
no había azúcar.
Azúcar no había, pero sabía riquísimo.
Con todo el hambre que había.
El arroz con leche era muy líquido.
Y luego, pues eso, no había azúcar.
Otras veces, pulientas, también riquísimas.
Para desayunar, ¿no?
Sí.
Y a la hora de la cena, pues, unas patatas guisadas.
A veces, que estaban más al alcance de la mano que hoy.
Arete.
Porque nosotros teníamos unos árboles frutales.
Y había unas manzanas que eran sobre duras.
Se asaban, ¿no?
Y en vez de pan llevaban, llevaban, nos ponían manzanas.
Y luego, cucharada de, normalmente, de arroz y repollo, o berza.
Que todo, todo se ponía en una fuente, para todos.
Ahí no había excepción.
De existir aquello,
en una fuente y todos a comer.
Yo recuerdo, entonces, cuando yo estaba allí el 29 de junio, en San Pedro.
Sí, pero bueno, ese día, ya digo, que a lo mejor se compraba un poco de carne
y unos garbanzos que sabían a gloria.
Y si caía algún pollo por ahí, algún pollo que a lo mejor andaba por el corral.
Como había, había aves en casa, pues también.

Había toda esa cantidad de boleras que yo le decía.
Había una donde Juan Yanni, una donde Quintanal, otra donde Nandín, otra en el Ferial, otra
en Maliaño, donde... al lado de la iglesia.
Aquí en Muriedas, en cada bar y tienda había una bolera. Y entonces daban, costaba el juego
de bolos, la partida de bolos, costaba 15 céntimos, y al que ganaba la partida le daban un cartón,
que ese cartón tenía el valor de 10 céntimos, y le consumía, podía hacerse el consumo
en la tienda, en el bar, donde... De por aquí eran algunos que les llamaban... un tal Varillas, y los
hermanos de ese Varillas, un tal Joselín, otro tal Quico, eran unos de los que más
se destacaban por aquí.


El Apolo era un poquitín más de señorito, sí, sí.
Y luego el Iris... porque al desaparecer el Apolo se montó el Iris.
Y el Iris era, claro, un baile muchísimo mayor, con ambigú, con tal,
y había unas engarras y unos ciscos allí impresionantes.
El baile empezaba a las 5, y a las 7 me parece que era, había un descanso.
Entonces la gente salía a tomarse un bocadillo, el que podía,
un cuartillo, unas cuadrillas, y ahí empezaban los problemas.
Y luego el tren de las 9, que era, digamos, un tren especial,
que salía de Maliaño, o venía de, no, venía de Maliaño,
exclusivamente a Maliaño, para coger a la gente de Santander, de Montaña,
para traerlos... siempre había problemas.
Algunos tenían que coger el tren e ir en el estribo, y con la chaqueta rota,
pero también ellos habían sacudido primero a los otros, o sea que...
claro, rivalidades.
La afición cuando empecé así, fue el baile. Bueno, aquí hubo dos salones, pero de la misma familia,
y había baile, había muchos, a lo mejor, uno a la semana,
en cualquier santo que nombraban.
Y sobre todo en la parte de invierno, que no daba tiempo a hacer gran cosa en casa,
Normalmente íbamos por parejas, de chicos, íbamos a sacar a bailar
a unas chicas, a una pareja de chicas que estaban bailando,
estaban bailando.
Pero yo siempre iba al boleo, con otro. Íbamos dos, dos amigos
y casi siempre éramos los mismos.
Ocurría una cosa, que a lo mejor teníamos que cambiarnos de amigos
porque nos gustaban dos amigas por el otro lado, que teníamos que juntarnos,
o sea, dejar al amigo a aquel que había venido
oye, fulano, nos liábamos.

Allí las romerías eran, sí, eran todo muy similar, muy parecido.
Quitando la del Carmen, que era que se iba la gente desde por la mañana,
incluso desde madrugada, iba la gente andando descalzos, incluso de rodillas.
Pero bueno, de rodillas me creo que lo harían el último kilómetro,
los dos últimos kilómetros, porque vamos, desde Santander a Revilla
por aquellas carreteras, y 11, 12, 13, 14 kilómetros... ahora, descalzos, sí.
Y toda la gente pasaba pues ese día en las casas, se hacía un poquitín más de,
un poco extraordinario, como la fiesta del pueblo tuyo.
Y la gente se juntaba allí, iban a misa, lo típico era luego comprar las rosquillas,
el que tenía carro con un caballo o tal, pues lo adornaba muy bien...
De todo el valle la fiesta del Carmen era la más importante,
era la madre del valle.
Y, por ejemplo, fiestas en Maliaño, me has dicho en San Juan.
San Juan, sí. Pues también en San Juan era una romería, unas muy fuertes, de mucha gente,
mucha gente porque Maliaño ha estado siempre muy bien comunicado,
o sea que de Santander, de Astillero, de Solares, de Liérganes,
incluso de Ontaneda, como había línea, funcionaban. Y luego la hoguera,
la hoguera de San Juan. Allí se quemaba pues lo que habría,
bien de leña, bien de todo, incluso casas de colchones viejos, cosas viejas.
Y ya hubo alguna época que se tiraba algún cohete, alguna traca se preparaba,
pero vamos, tampoco se gastaba mucho dinero en eso, había algo, pero poco,
no había mucho de eso.


Se jugaba a las canicas, se jugaba a las alfileres, se jugaba... a qué más jugábamos... al corro, al pañuelo.
Ah, lo preferido era eso, de las alfileres, o sea, las chicas, las niñas, lo que más, las canicas y las alfileres.
Ahora cuando ya eran chiquillos, chiquillas, porque en el barrio ya sabe había entonces muchos chiquillos,
pues ya todos jugábamos a pescar, a la maza, ya sabes, contar una, dos, tres, hasta veinte
Y decían: "alto la maza, alto está, el que no esté escondido que se esconda y el que no, que responda".
Con chiquillos mayores no nos dejaban nunca jugar, siempre nos decían que jugaríamos con los de nuestra edad, ¿sabe?
Las diversiones de los jóvenes eran más sanas que las de ahora.
Nosotros jugábamos, igual jugábamos a las canicas, que jugábamos a la trompa, que jugábamos a la birla,
que jugábamos al fútbol con una pelota de trapo y descalzos para no romper las alpargatas.
Porque, si no, menuda paliza en casa.
En el verano, hasta tres veces al día te metías en el agua. Ibas, paseabas, te encontrabas con una cuadrilla
y hala, pero, que me acabo de bañar, otra vez al agua.
Jugábamos a la cadena, la cadena era, pues, un grupo de chicos y chicas que daban, es decir, esos pescan.
Y cuando salen en cadena, agarrados de manos, salen cadenas, seis, ocho
Y a todos los que cogen, esos vuelven, siguen formando cadenas
Pero los enemigos, digamos, a esa cadena hay que romperla
Y entonces se rompía con dos brazos, dando fuerte entre las manos de los demás
Y si se rompía la cadena, entonces, dábamos sopapos
Pero bueno, algunas veces nos pasábamos también
Porque los de la cadena, nada más pueden defenderse, no pueden pegar
Tienen que moverse a su corro, a su sitio de, eh, a su redil
Y todos los demás les íbamos sacudiendo
Allí, pues, se volvían a juntar, volvían a salir, nosotros esquivábamos
Entonces, ese es el juego
Un juego un poco bruto, pero bueno, no era nada

Si te metías en un sitio, en la cuadra de un vecino, de un tío tal o un tío cual, entonces en los pueblos era:
vamos a casa de tío fulano, al prado de tío Mengano.
Porque a jugar al fútbol, por ejemplo, no había campo de fútbol,
pero entonces decíamos: al prado de tío Mengano.
Hacías una pelota de trapos o amarrada con cuerdas,
y con esa pelota jugabas.
¿Y cuántos jugábamos? Pues a lo mejor 11 para 11, 12 para 12 o 15 para 15, a goles.
A la de 3 goles se cambiaba de campo y luego tal y cual.
Eso que era un claro, pero ¿qué fútbol haríamos?
Una pelota de trapo mojada, y luego venía el amo del prao y, claro, todo el mundo a correr,
porque, claro, le pisabas la hierba y, en fin, le fastidiabas a él.
Pero luego, ya con 18 años, entonces ya sí, jugamos a la flor, a la escoba que nos trajeron...
yo recuerdo en el año 40, 41, 42,
vinieron un grupo de 43, vino un grupo de gallegos a trabajar al Vidrio, a Holra, a Maliaño, al otro lado de la estación,
y traían ese juego de escoba, que nosotros aquí pues no lo conocíamos.
Debe ser gallego total.
Y entonces, no sabíamos jugar a la escoba, que es un juego de cartas,
sumando 15, en fin, el velo, el 7 de oros, los 7.
¿Era muy popular ese juego?.
Ahora sí, ahora es muy popular.
Jugabamos a eso, jugábamos a la brisca, al tute y al mus.
El mus, de siempre.
En Cantabria, en esta zona de Maliaño además, el mus se ha jugado de siempre.
La flor se jugó menos.
Pero tute, escoba y mus se jugaban mucho.
Porque luego, yo recuerdo ya de mayor,
he visto jugar, he jugado al gilé, al póker,
pero bueno, esos ya eran juegos que lo jugaba la gente un poquito más pudiente,
que se jugaba un poco el dinero.
Nosotros no llegábamos a eso porque no había posibles.



Entonces era el fútbol, las regatas, traineras eran el fuerte, digamos. Y las romerías, que
se volcaba la gente, eso sí, porque no había otro sitio donde ir. Con los hijos pequeñines
o con los mayores, a ver si se podían montar a los caballitos y es la diversión que había.
Te hablo hasta el año 50, ¿eh? Sí, sí, hasta el año 50.
Luego ya en los 50 hubo un poco más de posibilidades, había trabajo, la gente empezaba a funcionar
un poco mejor. Salías de trabajar de La Vidriera e ibas a meter horas para al otro para
ganar un poco más y para tener un pantalón y para, en fin. Ya sí, años 50 se funcionaba.
Pero de la guerra al 50 fue horroroso, horroroso, incluso para el que tenía dinero, ¿verdad?
Era difícil, pero claro, lo que pasa es que el que tenía dinero, pues podía comprar.
Pero el que tenía un suelduco, era terrible. Y además las familias eran bastante grandes
entonces, y al que le cogía un matrimonio, que le cogía con cinco o seis hijos, pues
fíjate, con un sueldo de 40, 40 y tantas pesetas, pues era muy justo, muy justo. Y de
gabardina un saco, de gabardina un saco y a la escuela. Y si llovía te quitabas las
alpargatas porque se estropeaban, y claro, y para la fiesta no había otras, eso está
claro. Sí, eran muy.... se comía todo, ya te digo, no había pellejos, no había nada.
Las patatas se lavaban y se comían enteras, se freían, se cocían, con un poquito de
sebo. Si se quedaba fría se quedaba el sebo... entonces había que comerlas calientes para
las judías. Y venías de una verbena a las dos de la mañana y dabas el puchero unas
patatas y por no calentarlas y te las comías, con sebo y como estaban, frías o
calientes. Para ir los domingos a misa, el pantalón, la camisa y la chaqueta. Eso lo
volvías a dejar en casa, hombre, el domingo, ese domingo ibas a misa, ibas luego con
chavalucas, o ibas y venías, pero luego lo dejabas por la noche colgadito y hasta
el domingo siguiente, eso no.

De la tuberculosis en mi pueblo murieron muchos, muchísima gente, pero aquello se curó.
Aquello que había del pecho, unos guardaban el régimen y otros no, pero muchísimos se salvaron.
Y hubo para ellos, porque les entraba a la pleura y luego ya iban del pecho.
Y de primera, pues sí, hubo casas de 3 y 4.
Y cuando la gripe, igual. Los bajaban a Carrazo al cementerio, en un carro y una burra igual bajaban 3 o 4 personas.
Y no podía ir el cura a buscarlos a todos, los bajaban a todos al cementerio en un carro y una tolva.
Pues nada, a fuerza de unas cosas y otras, algunos se salvaban.
Ay, Dios mío, los piojos.
Mira, te voy a contar.
Nosotros éramos tres hermanas y teníamos trenzas, porque todo este mundo era pelo largo.
Si yo sufrí, yo tuve un complejo, un complejo grandísimo con lo de los piojos, porque mira.
Nos echaban en casa petróleo, que se vendía petróleo, no sé para qué era.
Sí que en mi casa se vendía petróleo.
Y nos lo echaban a la cabeza.
Y cuando veníamos a la escuela, pues aquí estaban los niños.
Y ya nos veían desde lejos y decían: la cerilla, la cerilla que ya huele a petróleo.
Y claro, mi hermana no quería pasar, la pequeña, quería dar la vuelta por allá.
Y yo era así, más así, la decía yo:
ah, pues yo paso.
Mira, no seas tonta, que nosotros no tenemos piojos.
Ahora, en mi casa pasó una cosa, que hubo que estar todo el día con agua caliente,
porque entonces de las cárceles vino una epidemia que era la sarna.
Porque salía mucho por entre los dedos, por los juegos, donde más salía la sarna.
Pues que nos entró la sarna, la epidemia aquella qué mala.
Todos los días había que bañarse, cambiar la cama, cambiar todo.
Y todos los días, y no me acuerdo cómo se llamaba, pero yo creo que era Barachol, yo creo, eh.
Que era una untura de Barachol, que era lo que nos daban por todo el cuerpo, que resquemaba....
Y encima, pues por todos los juegos, por donde más... qué malo lo pasamos.
Eso lo pasó en Camargo ¿La sarna? No sé si alguna se libró.
Igual no se libró, nadie, fíjate en la sarna.
Poca gente se libró de eso.

Pero este otro estaba, este otro en aquellos tiempos se dedicaba a estraperlo
y eso. A subir y bajar, que había veces que bajaba bien y había veces que a lo mejor
al llegar a mismo Guao, se lo quitó. Y otras veces, como ya los conocían y estaban
por Guao, yo les solía esperar pasando el puente. Y allí iba y nos lo tiraban.
Estaba yo, a lo mejor, con cualquier chiquillo, tiraba los sacos de harina blanca o garbanzos.
Nosotros lo cogíamos y corríamos con ello para que no nos cogieran. Qué carreras.
Y era lo único que también nos ayudaba algo con algún garbanzo o lentejas,
o cuando faltaba el pan, pan que bajaban también.
Subían a buscar pan ahí arriba.
Al principio sí ganaban algo, pero luego ya no, no tanto. La gente espabiló.
Entonces, yo creo que, bueno, estuve tres años fuera de casa. El aceite, el aceite
a estraperlo y algo que pescaba uno. Harina, a lo mejor.
Pero lo que más yo creo que
era el aceite. Sin embargo, había un almacén ahí donde yo estuve, en Sidi Ifni, que tenía
aceite de oliva azul girado envasado en lata. Era de lata de 5 kilos a 8.50
el litro.
Y aquí lo estaban pagando a más de 100 pesetas. Igual no sería ni aceite
como aceite.

En Maliaño había una de pirita y había otra de una arena que se bajaba a Cros y con la
pareja de bueyes o dos parejas bajaban a los carros. Era una arena para mezclar con el abono
químico que producía la empresa. La pirita se quema y se extrae ese gas, cuyo gas pasa
por unos serpentines con las aguas, y sale también un ácido, el sulfúrico, el nítrico, el no sé cuál.
Y minas más en Maliaño...Cantera sí, hubo cantera de piedra.
La de pirita quizás la conozco, pero yo no la vi
explotar. Y la cantera entre Maliaño y Astillero, esa he visto sacar alguna vez piedra, pero
ya para balastro, no para hacer... sillería y eso no. Y luego había en Camargo las famosas
minas de mineral, pero claro, ya no doy mucha fe, sé que estaban, y [Nueva] Montaña se servía
de allí, con unas vías, un tren que tenía, y allí está el Pozón de la Dolores, toda
aquella zona. Explotaban aquellas minas de mineral de hierro, sí.
Y luego conocimos,
pues claro, funcionando estupendamente, el Puente de los Ingleses en Astillero, que
lo traían de Cabárceno, hasta el embarcadero y ahí venían los barcos, que todavía está,
el puentecito ese en donde cargaban los barcos. Se abrían unos baldes,
esos baldes que basculaban, seguían, volvían a cargar allá, volvían, pues el
sistema. Eso sí que lo hemos visto hasta muy acá.
Y no, mineral, explotaron donde
está el psiquiátrico hoy, el psiquiátrico en Parayas. Ahí hubo unos pozos, ellos sacaron también
algún mineral y alguna pirita y algún mineral, pero vamos, yo te hablo de oídas,
de oídas. Sí que hay unos agujeros enormes, entonces sé que algo han sacado
de allí. Mineral de hierro e incluso pirita, pero claro, eso data de más atrás,
no doy yo fe de ello, de oírlo sí y de conocer los agujeros y el que están, también. Algunos
siguen estando, el pozón y eso siguen estando.


En mi casa fregábamos un día cada una, la vasija.
La que llegaba fregaba por el mediodía, de las dos mayores que éramos nosotras.
Antes de ir a empezar, por la mañana antes de ir a la escuela, antes de irnos a la escuela a las 9.
Bueno, pues nos llamaban a las 8.
Lo primero que teníamos que hacer, da vergüenza decirlo, pero así, bueno,
tirar los orinales. Porque entonces ya sabes, entonces no había cuarto de baño ni nada.
En mi casa no, en mi casa tiraban las orinas al váter,
pero por ahí tenía que llevarlas a la cuadra, ya sabe, al calce del ganado.
Bueno, pues nosotros teníamos que levantarnos y recoger, bueno, los orinales,
y lavarlos y volverlos a su sitio.
Y luego, hacíamos ya las camas, ¿sabe?, levantar las camas.
Dejar las camas levantadas, ya eso lo hacía mi madre.
Pero nosotras teníamos que dejar las camas levantadas.
Los cacharros llenos de agua, porque mi madre a lo mejor tenía que ir a la mies
o tenía los chiquillos pequeños, mi abuela tenía que hacer la comida.
Y los portales, entonces era el portal de tierra, ¿sabe?, el portal barrido.
Los portales siempre, siempre barridos: la escalera y el portal siempre limpios.
Eso es lo que teníamos que hacer.
Luego por el mediodía veníamos de la escuela a comer.
Comíamos, porque mi padre bajaba a las 12 a comer.
Comíamos todos juntos y luego un día mi hermana y otro día yo teníamos que fregar.
Una por el mediodía y otra por la noche.
Muchas veces mi madre se marchaba ya cuando mi hermano ya era en esa.
A lo mejor si no estábamos nosotros, nos decía, si es que llueve o es que va a llover
o es que yo tardo en venir, porque estaba en la tierra, dónde estaría,
y es de noche, recogéis la ropa, de la huerta que a lo mejor que estaba tendida en el tendal.
De eso nada.
Cuando venía mi madre ya de noche, nosotras teníamos que ir a recoger.
Como, ah, sí, decía: "madre, ¿usted se cree que yo voy a salir a quitar la ropa
para que me vean, para que tal?" Eso antes.

Trabajaban en la fábrica de Cros, que había aquí una fábrica que era de esas cosas que se echan para sembrar,
abonos o algo así, algo de eso era.
Y luego estaba otra fábrica aquí, la de la Standard, que es cables de...
¿Había minas también?
Sí, había unas minas... la pirita, una mina de pirita,
que estaba pues por Maliaño a la parte de arriba, a la parte de allá está,
y eso íbamos como chicos jóvenes, corríamos, andábamos todo por allí.
Eso era de la Real Compañía Asturiana.
¿Usted trabajó en la Vidriera?
Sí, 36 años.
Una fábrica de bombillas, de lámparas, y entré pues de obrera,
a cortar las lámparas. En la fábrica se cortaba con los mecheros de gas,
y las lámparas salen así de largas del molde, y hay que cortarlas lo de abajo.
Luego pasan a Madrid, y en Madrid las doblan para ponerse el filamento y todo.
Bueno, entré de eso, después ya me pusieron de encargada,
y después ya fui jefa de personal y control de trabajo.
Después ya depositaron toda la confianza en mí, me dieron las llaves del carbón,
que tenía yo que ir allí a dar carbón cuando los fundidores no tenían bastante,
tenía yo que ir allá, venían a buscarme,
y a las 2 o las 3 de la mañana, a la hora que necesitaran carbón,
iba allí, se lo daba, y luego me acompañaban hasta casa.
Y bueno, además era una cosa que era a base de mucho calor,
entraban muchos chiquitos que eran para levantar así con unas pinzas,
y entonces los niños pues los levantaban así pero claro, si el calor,
no lo soportaban, entraban hoy y se iban mañana.
Les hacías la ficha ahora, y mañana ya no volvía más,
y muchísima gente pasó por allí.
Pero sí, se nos parece que éramos 260 y tantos,
había mujeres y hombres.
Mira, los hombres hacían las bombillas.
Esto era pues con una caña, hay un crisol,
y con esa caña hacían así, y sacaban vidrio en líquido,
bueno, en líquido, en una pasta un poco líquida.
Y lo metían en el molde, soplaban, y se formaba la bombilla.
Entonces salía, la daban así un golpe y caía a una caja.
Luego pasaban a la sección mía, allí se llamaba escogido:
a seleccionar las que estaban rotas porque tienen una rajita de nada,
y luego las das una con otra, y si suenan bien y tal,
las pasas, y si suenan un poco ronco es que tienen un fallo,
las pegas en el golpe y tiene el vidrio mal repartido.
Bueno, pues eso es lo que se hacía.

Antiguamente, aquí en este pueblo, los mozos y mozas se reunían en la iglesia, en los patios de la iglesia
y allí bailaban la jota y todas esas cosas, ¿no?
Y los mozos iban a ver a las chicas a las casas.
En la época esta del otoño, que era cuando cogían el maíz y todo eso que había en el campo,
poníamos unos bancos en el suelo, la pila de panojas estaba alta
y, si no se podía terminar en un día, al otro.
Y metían debajo castañas de la pila y todo, y todo con jolgorio.
Allí a juerga y a bailar, a la jota y todas esas cosas.
Y esas eran las costumbres antiguas.
Ah, y no dejaban entrar a ninguno de fuera a hablar con las chicas del pueblo.
Yo salía con una prima que tenía en Astillero, salía con ellas a pasear.
Y al cine, cines había aquí: en Maliaño había uno y en Astillero otro.
Pero resulta que yo no me dejaba mis papás ni ir al baile ni ir al cine porque se salía muy tarde.
Porque yo tenía unas amigas y salía con ellas, salíamos a las 4 e íbamos al Rosario.
Después del Rosario salíamos a pasear.
Y claro, las amigas las dejaban en sus casas.
Y la función del cine, había una a las 4 y media, a las 7 y media era otra.
Y a esa iban mis amigas, pero yo me tenía que subir para casa porque mis papás no me dejaban ni ir al baile ni ir al cine.
A esas horas porque era muy tarde.
Íbamos al baile de Pontejos, un baile que había en Pontejos.
Había que pasar una lancha de Astillero hasta Pontejos y se pagaba una perra gorda, 10 céntimos.
Ahí sí la dejaban ir ya.
No, no lo sabían.
Pero claro, iban las amigas, yo no me iba a quedar en casa.
Y solo a verlas cómo se marchaban.
Entonces yo pasaba la barca e iba para allá y alguna vez ya pues a base de tanto ir, ya me colaba.
A ver, a ver, a ver.

Este pueblo fue una mina, aquí.
Aquí abajo había una mina de minerales de hierro,
se lo llevaban a Nueva Montaña,
llevaban minerales a Nueva Montaña para fundirlo y a Bilbao.
Y luego ya sabéis que la Peña Cabarga,
la Peña Cabarga ha sido de mucho mineral, aquí mismo.
Aquí llegaban las galerías de la mina,
debajo de la iglesia esa que hay ahí.
Y esa hondanada que hay,
según vais para allá, en la iglesia así para abajo, que están los praos así
Eso es de que ahí quitaron el mineral.
Porque el mineral de hierro está casi floresciente de la tierra.
Por eso Cabárceno, han quitado la tierra y han quedado los peñascos.
Pero aquí todavía, aquí arriba, hay restos de eso.
Y ahí han hecho hasta la Diputación, aquí,
hay un pabellón de locos.
Y todo eso fue mina.
Allí he conocido yo la mina esa. También,
que mi padre también trabajó ahí de carpintero.
Éramos 400 obreros ya,
todos de pico y pala, o sea,
no había máquinas para traer la tierra, ¿no?
Y claro, venían del valle...
sí, había gente [del valle],
pero más venían de fuera, de Puente Arce, Oruña,
Boo de Piélagos, Igollo y todo eso, sí.
Del valle, o sea, del valle de Camargo,
la gente trabajaba más en las fábricas.
Porque, con la mina, trabajaba muy poca gente.
De Camargo, vamos, del pueblo de Camargo,
trabajaba muy poca.
¿De qué vivían?
Bueno, pues mi padre, bueno, tenía ganado,
tenía labranza,
y luego mi padre trabajaba en la mina.
Primero fue para el tren,
basculador del tren al lavadero,
que se lavaba el mineral.
Esta mina es la mina La Paulina.
Y aquí, pues, hacían mineral.
Era todo, después ya quedaban todas las calizas,
y el mineral ese lo subían arriba por un plano,
por planos que había.
Había el plano 6, el plano 14, el plano 10.
Mi padre estaba en el plano 6.